Sin duda, las personas que nos conozcáis podréis decirlo mejor que nosotros. En Peique nos sentimos parte de un todo, de una familia y un origen que de un modo imborrable nos ancla al Bierzo.
Somos de Valtuille de Abajo, de Valtuille, donde los viñedos rodean un pueblo cuyo fervor por el vino ha marcado tendencia entre los viticultores y bodegueros. De aquí han salido generaciones de personas que han aportado valor al Bierzo, a la forma de entender la Mencía y la Godello.
Hoy, nos gustaría que conocierais en profundidad a nuestra familia. ¿Y qué os parece si empezamos por nuestra madre Sagrario?
Cuando en 1999 decidimos poner en marcha el proyecto de la bodega pasó unas cuantas noches en vela. Hasta entonces lo había considerado como una diversión o una pequeña aventura entre sus hijos y ella. Además de mimar las cepas durante todo el año, como todavía hace, nos traía las dieces, el bocadillo de las diez cuando el fin de semana tocaba trabajar en el viñedo. Hoy en día, puede mirar hacia atrás cómo sus hijos se unieron para desarrollar el proyecto de la familia Peique en El Bierzo. Y eso sabe a gloria, a pesar de las noches de insomnio.
Y qué os vamos a decir de Luis, nuestro padre. Luis Peique confío en nosotros, no tuvo ninguna duda. Aunque tuvo que adecuarse a los nuevos modelos de gestión y adaptarse a los criterios técnicos más innovadores. Hoy es algo que ya tiene asumido. Él siempre recuerda uno de los grandes momentos cuando en 2004 la familia recogió el premio del Baco de Oro. ¡Cuánta emoción! El proyecto en el que había trabajado, el que lleva su apellido, con la unión y esfuerzo de todos sus hijos era una realidad. Hoy en día no lo concibe de otro modo.
Y los hermanos somos Luis, Mar y Jorge. De mayor a menor, y con un propósito claro. No nos olvidamos de quiénes somos y hacia dónde vamos.
Luis es el responsable del viñedo. Pese a su timidez y en los ratos libres que le dejaba su ocupación como profesor de Historia, se armó de valor y cargó en su coche las primeras cajas de Peique dispuesto a convencer a los hosteleros de El Bierzo para que apostaran por los vinos de la Bodega. Fue en Ponferrada donde vendió su primera caja, un momento que todavía hoy recuerda.
Mar sabía que sus hermanos conocían todo el proceso y siempre supo que las cosas irían bien. La primera apuesta fueron 10.000 botellas en una bodega amiga, Castro Ventosa. Un año después compramos los primeros depósitos y elaboramos 27.000 botellas en Bodegas Cobertizo. En 2001, dimos el gran salto y construimos la bodega. Fue entonces cuando las horas de trabajo invertidas, los madrugones, el apoyo de su marido, Luis, y su bebé soñando entre cajas de Peique, habían valido la pena.
Jorge es el enólogo de la bodega. Cuando tenía 14 años acompañaba a nuestro abuelo al viñedo, donde aprendió el respeto por la tierra. Para él el proyecto de la bodega, además de un esfuerzo, es una responsabilidad. Es un reto. Toda la familia tenemos un objetivo común: el viñedo es algo más que un negocio, es una forma de vida.