Todas las historias tienen un principio y el de Familia de Bodegas Peique fue en 1999. Ese año decidimos aventurarnos en un proyecto empresarial y familiar y poner en marcha Bodegas Peique.
Desde entonces, hace casi veinte años, hemos evolucionado, nuestra familia ha crecido y la cuarta generación de Peique ya forma parte de una tradición, de un concepto sostenible repleto de ilusiones.
Nos hemos trazado objetivos muy ambiciosos aunque aparentemente sencillos en el futuro: mantener la calidad y filosofía de siempre y poder ampliar poco a poco la Bodega.
Con calma y buen hacer sólo pretendemos cuidar la tierra y nuestros vinos y que el resultado siga siendo el deseado. Una búsqueda constante de satisfacción y capacidad, para transmitir la misma alegría que nuestros padres y abuelos nos generaron cuando éramos unos niños.
Anécdotas en torno al vino tenemos muchas, canciones, tertulias en los lagares de Valtuille, personas que fueron la semilla de nuestras vidas. Como nuestra madre que siempre ha mirado al viñedo con entusiasmo. Crecimos corriendo entre las cepas de Mencía al ritmo de las dieces, el bocadillo de las diez cuando íbamos el fin de semana a trabajar en sus viñedos.
El éxito de Familia de Bodegas Peique
Nuestro éxito se basa en vosotras, sí, en las personas que habéis confiado en los vinos del Bierzo. También en las variedades autóctonas que cultivamos desde hace casi un siglo en los viñedos de Valtuille, en las múltiples visitas a la bodega de enoturistas en busca de nuevas sensaciones y con ganas de descubrir un horizonte vinícola diferente.
Creemos en el enoturismo en el Bierzo, en el paisaje y el territorio como base para el crecimiento de los viñedos y del paisaje vitivinícola. Nos gusta la unión que los integrantes de las bodegas bercianas tenemos entre nosotros. Elaboramos vinos diferentes pero tenemos un punto de vista común: la tierra que nos vio nacer.
Siempre seguiremos siendo aquellos niños que nacieron en un pueblo ligado a la cepa. Se dice que en este entorno de suelos arenosos y arcillosos e influencia atlántica empezó todo. Un antiguo asentamiento de Bergidum Flavium, la ciudad prerromana que da nombre a El Bierzo, la uva madura en perfectas condiciones.
Para nosotros, la Familia de Bodegas Peique, la lección más importante que hemos aprendido en estos casi veinte años es no estar de espaldas al consumidor, sino de frente. Eso implica conocer de cerca lo que requiere cada cliente.
Escuchar y compartir historias que creen emociones.